viernes, 30 de abril de 2010

Un peu fou, un peu endormi

Dan ganas de dormirse, así sin más, solo ¡ploff! y ya está; caer, divagar.
Sentir como el peso de una vida sin nada memorable que contar cae sobre mis párpados y los sumerge en una presión infinita.
Finalmente, cae la cortina de la mente, se acaba el espectáculo. La exposición de pensamientos ha terminado, pues en este punto, ya todos han pasado a escena: los buenos y los malos, los puros e impuros, los que nunca debieron actuar...Ya todos se esfuman y se alejan tan rápido como vinieron, se olvidan, se amorfan, se desavenecen bajo esa caída de párpados negros, y entonces mi mente cae en manos de arañas, brujas y duendes, ancianas decrepitas que beben té con la muerte, perros que observan desde la lejanía: El tártaro de la razón.
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Y es como si nada existiera, ni siquiera yo misma, como si lo único posible fueran esos párpados cerrados, que ya ni sé si están cerrados, pues siento abrir con ellos las ventanas de lo mágico, de lo irracional, las ventanas de lo humano...
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Dormir es ser y no ser, estar y no estar, sentir, y ciertamente, no sentir. El limbo de la cordura. Las mieles de los poetas. El subconciente de Freud. Elefantes de colores y casas por el tejado. Racionalidad monstruosa. Realidad efímera.
Mi Paraíso Secreto.