lunes, 19 de agosto de 2013

Lo irremediable de la muerte

"No muerdas la mano que te da de comer". Pero podés rechazarla, negarla, irte caminando sin explicaciones. Y ahí empezás a morirte. Comienza la abulia, el cansancio. Claro, tenés hambre. Pero decidiste que la mano que te da de comer te cansó. Sus uñas demasiado cortas, los dedos demasiado fríos. Ella, demasiado insistente. Y ya no querés hacer nada. Claro, se te van las fuerzas. Se te marcan los huesos, la lengua no te responde. Ya no querés estar más aquí. Demasiados años, demasiada vida vivida. Y no sos lo que eras. Ni la sombra, ni el recuerdo, ni nada. Te vas volviendo pequeñito. Claro, si no comés. Pero vos le echas la culpa a la mano que te da de comer, por fea, por vieja, por ser siempre la misma.


Se te cae el pelo.
Tenés frío, tomás el sol como las plantas. Quieto, apático, vegetal.
Temblás al pararte.
Te queda sin músculos que te sostengan la sonrisa.
Y, como no sos ningún héroe, llega la muerte, de a poquito, a tus ojos. 


Y te morís sin darle gracias a a mano que te dio de comer. Porque terminaste aborreciéndola, porque te violaba la boca metiendote comida y pastillas a cucharadas, a ver si vivías. Y cuando ya ni agua podés recibir, te das cuenta que la mano estaba pegada a un cuerpo. Y a un rosto ahogado en agua salada. Y querés vivir, y tratás de alzar la cabeza para comer algo, pero no puedes, porque ya no tenés huesos, ni músculos, ni nada. Solo vos y tu abulia, para siempre. 

sábado, 10 de agosto de 2013

Incertidumbre

En mis sueños todavía nos sueñas soñando nuestra vida soñada. Y toda esta cacofonía no es gratuita, porque así fuimos nosotros, un montón de palabras dichas una y dos y tres veces, solo para asegurarnos que sí era real, que sí eras tú besándome la sonrisa y sí era yo besándote los lunares.

Soñarsoñarsoñarsoñar. A veces de tanto repetir una palabra nos resulta ajena, un montón de símbolos que juntos deberían significar algo, pero aunque lo intentemos para nosotros solo son letras lanzadas al azar en el papel, sólo son números lanzados al azar en el reloj, son animales escogidos al azar de las praderas africanas. Y las palabras que nunca antes dijimos parecen ser las únicas que tienen sentido, y decidimos usarlas. El nosotros se transforma en yo, y la sonrisa vuelve a ser de autoría propia.


Tal vez lo que necesitamos es dejar de decir nuestras palabras, a ver si recordamos su significado. Ojalá un día nos encontremos y después de tanto silencio, podamos hablarlas de nuevo, gritarlas, dejar que nos llenen la boca de flores. O quizás podamos hablar unas nuevas, desconocidas, recién nacidas. Ojala ese día si te sueñas solo, yo me sueñe sin tí, y si te sueñas conmigo, yo lo haga a tu lado. Ojalá nuestros sueños se alineen otra vez.