jueves, 16 de enero de 2014

¿Ves cara de pez?

El amor nunca es el mismo.

Suele pensarse que son pies enredados en la noche, besos tardeados, sexo mañanero. Pero no. O sí, pero es también un masoquismo cálido y ligero.

Es pensarse a veces, cuando el cuerpo que acompaña este mes no está ocupando la cabeza. Amarse puede ser no desearse. Pero claro, también es que un abrazo le haga temblar las piernas y un dedo en el cuello le moje los calzones bonitos que al menos esta noche no se cruzarán con la mirada del amado.

Amarse puede ser la vida sin la presencia asfixiante del otro. Es no compartir nada, excepto el amor y trazos en hojas de papel beige. Es también contra toda creencia, ausencia y silencio. Amarse es, claro está, querer fundir las lenguas con cada beso, porque tal vez sea el único del año.

Quererse con masoquismo cálido y ligero es ir contra los ritmos hiper veloces e hiper intensos. Es la forma más rica de quererse. La más incierta, la más ingenua, la más absurda. Es como ir llenando el mar gota a gota. Uno. Dos. Tres. Es un ritmo lento porque no se tiene prisa.

Algún día las gotas colmarán el vacío, y sin saber cómo, todas juntas se habrán convertido en un océano cálido y ligero. Una eternidad de agua esperando dos cuerpos que la habiten. Y entonces los amantes podrán sumergirse todo el día, todos los días.