jueves, 23 de junio de 2016

El dique

La vaina es así.

Uno se levanta un día y mientras se prepara el desayuno se da cuenta de que tiene una tristeza goteando dentro. Uno no le para bolas y se come el yogurt con fresas. Casual.

Luego va y trabaja, hace un par de llamadas y tres entrevistas de grandes historias. Pero mientras se toma el tercer cafe del día siente la gotita de tristeza cayendo. No le para bolas y le pone el sobrecito de endulzante al tinto. Casual.

Después se monta en el bus que va repleto y, como siempre, se pone el bolso en el pecho porque no confía en nadie. Habla por teléfono con la hermana y se ríe un poco. La pareja de al lado se da un beso y usted siente como se le escurre la tristeza, pero no le para bolas y le manda su correo a la fuente para que le envíe los documentos que le prometió. Casual.

Pero entonces sin saber cómo, ya son las tres de la mañana y usted no se ha podido dormir. Tiene claro que es por el goteo de adentro. El problema es que, cuando se para a eso de las once para cerrar la canilla de donde salen esas goteritas, se da cuenta de que en realidad brotan de una grieta en un dique de tristeza gigante que se ha venido llenando no sabe a qué horas. Cuando se encuentra con semejante monumento a la contención, retrocede sigilosa con miedo a que se venga abajo. Por eso juega candy crush hasta quedarse dormida. Lo bueno es que al otro día se levantará más tranquila porque porfin entendió la vaina.