martes, 20 de marzo de 2012

Elemental, mi querido Watson

No importa desde cuantas nubes caiga, ni cuantos kilómetros camine descalza y con frío. No importa que me duelan los huesitos, ni que tenga un resfriado interno. Nada de eso importa, porque estos ukeleles, estos elefantes y estas borracheras solares son reales y nos pertenecen. A todos nosotros. No importa qué nos diga la razón coagulada de los números. Y son reales porque quién nos tira de la nube, quién camina a nuestro lado con sus pies desnudos, quien nos cuida el resfriado y nos da la mano mientras lloramos por nuestros huesitos que crecen, es un ser real. Quién nos toca el ukelele y quien se emborracha con nosotros, es un ser humano, una serpiente semejante; a quién nosotros le cuidamos el refriado, le cantamos al son del ukelele y le frotamos los huesitos cuando está creciendo.

!Y sanseacabó!



Take it or Leave it.

Esta vez no preferí el rayo de sol. Esta vez preferí soñar. Preferí revoluciones divinas y promesas prematuras. Y he me aquí, quemada por no despertar a tiempo para cerrar la persiana ante ese rayo de sol que se filtra, nada tímido, por mi ventana. He me aquí, con el alma totalmente vulnerable por no haber partido a tiempo. He me aquí con un resfriado, con frío y los pies y el alma cansados de caminar en vano. He me aquí consciente de que la lluvia iba a acabar conmigo.

Morfeo me atrapó con no sé qué clase de cadenas, y como buena soñadora, inepta, inútil, no puse resistencia. Y he aquí los platos rotos. El dolor de una realidad no asumida que ahora llega de golpe, amontonada, aplastante. Como si hubiera sido tirada desde la nube junto a las agujitas, me aplasto la cara, los brazos y el pecho contra el piso; así nomás, con el alma perforada por soñar demasiado y la piel quemada por no ver la realidad. Y los secretos prematuros y las revoluciones divinas se ven como lo que realmente son: palabras soñadas que pierden el sentido al despertar. Juegos y palabras de niños, de tontos, de borrachos por tanto aguardiente, de enfermos quemados por el sol.

Hoy desperté. Y como nunca debió dejar de serlo, soñar ya no es suficiente.