miércoles, 6 de agosto de 2014

Génesis. 7:10

Llueve lluvia. Cielito lindo encapotado, llueve furioso, contenido ya tantos meses. Llueve bonito, llueve.

Que caigan las golondrinas que han hecho el verano, que el invariable e inmutable azul pierda nitidez. Que se empañen las gafas. Que se mojen los rostros.

Que llueva en la noche cuando estoy sola. Que sea una prueba a mi temple, a mis nervios, al verdadero estado interior, porque con sol es muy fácil confundir la alegría con vestiditos ligeros y la tristeza con modorra. El calor me calma, le sienta bien a mis piernas, a mi pelo que brilla contento, a mi ritmo que se mueve coqueto. En los días azules y claros y puros leo y me duermo. Me duermo y despierto demasiado sudorosa para hacer algo diferente a sentir la sangre correr, la piel palpitar, las costillas expandirse y contraerse. Contemplo, pero son poquísimos los giros internos.

Por eso me gusta que llueva, que llueva, la bruja está en la cueva. En el cuerpo quieto a mitad de semana, escucho a mi coco despertarse. Ese cuerpo quieto y con frío me obliga a buscar horizontes más cómodos. Horizontes flotantes donde el sonido del grafito sobre la hoja blanca se acompase con la lluvia mejor que un par de caderas.

Que llueva, que llueva, que la bruja salga de la cueva. Que el rugido de los chaparrones calle a los pajaritos.

Que llueva, que el coco se engulla, casi con lujuria, páginas eternas. Que me haga costra y yo trate de quitarla en vano a punta de letras.

Que llueva, que llueva, la bruja ya no está en la cueva.  Lanzado el maleficio, solo resta ejecutarlo. Sobarse las neuronas con juegos de palabras húmedas, empapadas y seductoras. Llueve porque había que justificar mis calzones mojados. Que son púrpura como el cielo antes de escupir luces blancas y gritos -rugidos- altaneros.

Que llueva, que llueva bonito. Que llueva constante. Que no se quede callado el cielo, para que me diga de manera involuntaria cuando dejar de escribir.

Que llue.va.

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