sábado, 12 de septiembre de 2015

Limpieza doméstica

Limpiar suena a una tarea titánica. A baldes de agua y a una mujer arrodillada o parada pero con las manos curtidas y con olor a límpido y a Vel Rosita. Uno piensa en el cepillo, el jabón rey y la mancha de jugo de mora en la camisa nueva, en la basura escurriéndose en la madrugada, las arcadas reprimidas por el olor y los músculos tensionados por el peso que lo jala a uno escaleras abajo.

Pero la verdad es que limpiar, dejar reluciente el hogar y borrar el rastro del tiempo que pasa y cae sobre los muebles en forma de polvo, es mucho más sencillo y mucho menos dramático. Es cuestión de sacudir y barrer una habitación distinta cada día. Es botar el papelito que se ve feo en el escritorio y el cuaderno viejo y el documento enorme de primer semestre. Limpiar -sacar los restos que sobran- es una tarea chiquitica.

Y así mismo con la gente y la vida. 
Son poquitas las veces que uno saca a alguien como saca la basura. 
Son poquitas pero necesarias y hay arcadas y músculos tensionados, pero uno llega a casa y ya no huele mal.
La verdad es que en general, uno saca porque sacude o porque aquella hoja suelta estorba y ya no tiene utilidad. Y cuando menos piensa no hay rastro del pasado y la casa está divina. 
Y es una putada cuando uno es el polvo. Pero bueno, c'est la vie. Ya encontrará uno a alguien que en lugar de botar el papelito lo enmarque y lo cuelgue en la pared. 

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