sábado, 12 de abril de 2014

Aunque me inunden el alma

Tengo un dolorcito en el pecho de historias agolpadas.
De nostalgias futuras.

Del allá entran las historias, que tienen forma de hilos.
Entran por los ejes cardinales a través de mis capilares, esas ramitas cercanas a la punta de los dedos que sirven como cables transmisores del afuera. Entonces entran los hilitos del mundo y se confunden con la sangre, y mientras fluyen apacibles se van juntando las historias del dedo meñique con las del índice en la muñeca, las de los párpados con los labios en la garganta, las de los pies con las del ombligo en las costillas.

Y después, todastoditastodas, tout, every single one of them, dejan de ser apacibles.
Se aglutinan en el centro y como en el de la tierra, arden.
Se empujan, buscan lentas pero furiosas la salida.
Mis torrentes líquidos chocan con la caverna de hueso que edifica mi esternón.
No hacen ruido, pero ¡ay! si queman sabroso.
No hacen ruido, pero ¡ay! me duelen en el centro, en el valle entre mis senos.

Crean en mí un salto del Tequendama,
aunque en lugar de poetas y suicidas enamorados
Mi salto tiene agua de fuego
Agua furiosa de aquello que aun no ha sido nombrado.

Solo son dolorcitos acuáticos.
Mis dolorcitos acuáticos.
Por eso los quiero
Y los querré.

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