sábado, 3 de mayo de 2014

Doce soledades no tan solas

Todos con alguien menos ella, que hasta los viejitos crápula jugadores de ajedrez le quedan mal.

Soledades soleadas.

Sol.edades. En su cráneo dos bombones rubios: el de todos, allá arriba; y él, de ella, el de los cinco minutos que bastarán para sanarla. En sus labios la cebada, rubia y también sola.

El paisaje de siempre en los ojos: las hojas y el viento y la violencia del blanco chocándose contra las voces chillonas de los niños.

En las tripas la calma, la unidad completa que al menos por hoy no quiere ser perturbada. La voz que muere cada tanto, los músculos que dejan de existir como si de una pequeña muerte se tratara.

Ella y los cuatro lunares cardinales, ella y ella, la otra, la de siempre, la que condenó una bruja al decirle que pocos serían los cruces y que el único profundo, del alma, estaría sujeto al azar, a la casualidad, a esa línea que le apunta segura a su dedo anular. Aun así, quiere creer que la fortuna no le apunta a su corazón.

Corasol.

Sola como el sol. Soleada.s.olas de calor.
Sol solecita sola, por hoy por mañana, por toda la semana.
Que le cambien el nombre. Por Sol. Por Soledad. Por Paz.

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